El Oriente de Asturias
José Antonio Cosio
La historia del gaitero de Llonín es la historia de una decisión. Pocas vocaciones tan tenaces, pocas vidas tan claras, pocas biografías tan unánimamente reconocidas. La historia del gaitero de Llonín es la historia de un hombre bueno que nació en Llonín un día de primavera de 1917. José Francisco Galán Trespalacios creció en una familia de la época, humilde y numerosa – un estómago que llenar entre otros nueve-, y empezó compartiendo el útero materno con una hermana que falleció siendo muy niña.
Su padre, hombre de campo, era además carpintero, oficio con el que intentaba completar los ingresos indispensables para sobrevivir en una época tan dura. Así las cosas, la escuela, para la mayoría de los niños, era una quimera inalcanzable porque tenían que empezar a ayudar en casa desde muy jóvenes, cuidando el ganado, colaborando en la siega o, como en el caso de Pancho, prestando su apoyo en el taller del padre.
Puede decirse que ya en ese tiempo comenzó a larvarse una primera aproximación a la gaita.Quién sabe si la plasticidad de las maderas del padre carpintero, o cierto nerviosismo incipiente por las manos, o un hormigueo entre los dedos, el caso es que el niño ensayaba ya, en madera de nogal, sus primeras flautas que, «bueno, no se entendían los sonidos, pero ya me gustaba». Pronto, a los primeros tanteos, siguió la necesaria emulación: Llanin el de La Borbolla o César, héroes, gaiteros, al alcance de los humanos. «No me separaba de ellos». Otra cosa sería con Manolo Rivas, codicioso con el secreto de sus manos que 2cuando me acercaba, dejaba de tocar».
La guerra es el episodio meridiano de aquellas vidas que hoy van para un siglo completo. Un día se produce la llamada que le llevará por el Ebro, por el Jarama, por Cataluña y Aragón. Tan cruentos fueron aquellos episodios, que se llegó a buscar parapeto tras los cuerpos inertes de los compañeros. Los recuerdos, tan tristes, nunca privaron a Pancho de los dulces paréntesis en las situaciones más graves: «la batalla fue durísima…, pero recuerdo cómo cantábamos».
Todo pasa y todo queda, y Pancho pudo volver. En Llonín, la obsesión de su vida tuvo su lógica consecuencia: la gaita, aprehenderla. Poco a poco va aumentando su contacto con los gaiteros del otro lado del Cuera, de La Borbolla, que le van dejando probar. Con ganas, pero sin gaita, pasa la vida.
Contrae matrimonio con María Caso Pintueles quien, cumplidora, va a hacer realidad el sueño de Pancho: «no te preocupes, cuando nos casemos vasa tener una gaita y una bicicleta». La gaita era para ser feliz, la bicicleta para ir a buscar el racionamiento a San Vicente. María mayor que él, fue una mujer culta, muy lectora, pragmática, hiperactiva, gran administradora.
La primera gaita fue fruto de una paciencia inimaginable. Como Pancho era persona muy comunicativa, que establecía contactos con facilidad, logró, por esas cosas de la vida, que esa primera gaita de sus sueños quisiera salir, precisamente, de las manos del famosísimo Cogollo. A partir de ese acontecimiento, la gaita va a asistir a cada momento de su vida. En los descansos de la siega, María cantará las canciones que Pancho habrá de ir traduciendo. Son estos años los del inicio del gaitero por los pueblos. La destreza y la fama crecientes lo llevan a que en 1953 lo contraten «los de Alles» para que les acompañe a las piraguas del Sella. A la vuelta del viaje, el autobús sufrió un percance: el incendio que acabó con el autobús acabó con la gaita también. Pero el mismo 8 de agosto de 1953, «los de Alles» redactaron la siguiente nota: «Recolecta de los compañeros del milagroso viaje a las piraguas de Ribadesella, el 8 de agosto de 1953, para ayudar a la reposición de la gaita siniestrada del gaitero don Francisco Galán». Con un largo listado de nombres y la cantidad reunida: 4.5000 pesetas. Y de las manos de Cogollo volvió a salir, para Pancho, el segundo milagro.
Actuó en romerías, en iglesias, en muchas boleras, en bodas y toda clase de celebraciones, en cada pueblo de Peñamellera Alta y Baja, en Cabrales, en Puente Nansa, en Lamasón, en Peñarrubia, en Herrerías, en Garabandal…
El gaitero construia sus propias pajuelas y payones para el sonar del puntero o el roncón, o la zapata que para el aire en el soplete o los fuelles de cabrito. Llegó a ir a Castellón para conseguir la cañavera idónea y hacer sonar bien el instrumento: «le afecta la humedad o el calor y le cambia el sonido, por eso es importante hacerlo de buen material, por aquí no lo hay».
Llevó la gaita por toda España, por Santo Domingo, por Francia, manteniéndose al día con el repertorio, sin perder de vista las canciones antiguas, dominando las canciones religiosas, que incluían la misa cantada con gaita.
José Francisco Galán Trespalacios, el gaitero de Llonín -fallecido en el año 2000-, fue y sólo quiso ser, un gaitero de pueblo, con una forma de tocar artesanal que nunca, que nuca, desvirtuó la sagrada transmisión casi oral.