El Oriente de asturias
28.02.2014
¡Si me pasa algo,
que me lleven a Llonín!
Javier, siempre que tenía oportunidad, venía a Llonín, el pueblo natal de su padre, donde residieron siempre sus abuelos paternos, tíos y primos.
Le gustaba seguir los pasos de su abuelo Ramón y por ello subir al Cuera y más concretamente al Picu el Paisano.
Era un joven amante de la naturaleza, observador, de carácter afable y cordial. Preguntaba a su tío Aníbal sobre las cosas de Los alrededores de Llonín, por las costumbres de los pueblos, le gustaba. entrar en las cuevas investigar allí dentro todo lo que veía, sin prisa alguna para salir; todo lo de aquí era para él algo especial, cercano, siempre se disgustaba cuando tenía que retornar.
En los primeros años vivía en Madrid y en los últimos en la provincia de Guadalajara con sus padres, Javier, Candí y hermanos.
Lo vimos tantas veces, desde muy niño, disfrutar como nadie en este pequeño rincón asturiano.
Hace un año, le fue diagnosticada una grave enfermedad, falleciendo el día ocho de los corrientes.
En todo momento tuvo una gran capacidad para sobrellevar su problema de salud, sin crear sufrimiento y preocupación a su alrededor.
Estuvo en Llonín, por última vez, en las Navidades de 2013 y salvo el deterioro físico que sufría, seguía manteniendo sus valores humanos, sorprendiendo con su actitud tan positiva a propios y extraños.
Su abuela paterna, María Josefa Menéndez, llora sin consuelo la ausencia de Javier e igualmente su otra abuela, junto con los padres, hermanos y tíos. Para su novia, Casandra, tampoco hay consuelo.
Todos, sin excepción, destacan la forma de ser de Javier y, aunque entrecortadas por lágrimas y dolor de la pérdida de un ser tan querido con solo 22 años de vida, no tienen palabras para expresar el fatal desenlace.
El sábado, día 22 de febrero, se celebró una misa en Llonín por su eterno descanso, con asistencia de gran cantidad de personas, familiares y amigos.
Sus cenizas esperan en Guadalajara para, cumpliendo el deseo que da título a estas línea, ser esparcidas, en el Pico el Paisano.
Transmitimos el más sentido pésame a lodos sus familiares.
A tí, Javier Martínez Villalvilla, siempre estarás con nosotros porque nunca te hemos de olvidar.
CUANDO ALGUIEN MUERE …
TAMBIÉN MORIMOS
Se nos va un poco de nuestra propia vida, y queda en el recuerdo la sonrisa de quien solo se adelantó unos pasos en la rendición de cuentas al Creador.
Cuando alguien muere,
queda ese silencio sepulcral,
esa falta de voz para atrevemos a decir:
Te aprecié … te amé!
Cuando alguien muere,
muere también Dios,
porque en su célula infinita
se pierde un gramo de arena del cosmos.
Cuando alguien muere,
queda el universo personal muy triste,
la amistad marchita, el lirio de ternura hiriente.
perdido en el oleaje de la nada.
Cuando un amigo, un padre, una madre, un hermano o un hijo muere,
se muere por un instante el canto del viento y la piedra muestra su rostro duro, adusto, y el árbol cruje en una danza de dolor.
Cuando alguien muere ya no hay abrazos, rosas, risas y recuerdos que valgan, pues el que se fue ya no verá más la tarde, el frío amanecer; el café humeante, el beso andante y el cerrojo abierto
cuando alguien se muere
nosotros también morimos un poquito …