Pancho Galán, El gaiteru de Llonín 3

El Oriente de Asturias
CECILIO F. TESTON
08.09.2000

(Continuación)
Contaba diecinueve años cuando la situación de España había llegado a un grave enfrentamiento de las capas sociales. Tal rivalidad era manejada por cualquier político a su antojo, para enzarzarlas, so pretexto del apremio ocasional de los hechos, según su puro egoísmo o incapacidad. Como consecuencia, se sucedian in crescendo una serie de crímenes, secuestros, quemas y destrucciones de diversa índole, que la Historia, como maestra, nos presenta y ofrece con el fin de que tomemos conciencia de tal lección.

Incluso, como ahora, se aprovechaba la pobreza de la despensa, para exigir la parte de la herencia e ir a comérsela en otra covacha fuera del hogar, esgrimiento ruindades raciales o étnicas, aldeanadas raquíticas, propias de un huerto de berzas. ¡Al fin y al cabo, como si no marcháramos todos navegando espacios en esta pelotuca casi ridícula llamada Tierra, y, lo que es más, atrapados, sin participar siquiera en su dominio o destino! ¡Pobre España, después de tantos siglos tan discutida, dentro y fuera, con gritos de esófago más que de inteligencia!

No hacen falta análisis profundos para darse cuenta de cuál sería la zozobra ante aquella ensalada de intereses y cuál la desorientación de los españoles que temblaban aquel mes de julio del 36 en medio de ambiente tan irrespirable.

Y si ya en el editorial del año anterior de EL ORIENTE DE ASTURIAS el articulista constataba la disposición de la gente a defender su vida y la de su familia con toda la desesperación de un tigre acorralado, uno puede imaginar el estado de rabia y miedo de aquel verano, un año después, cuando en toda Europa y especialmente en La Península oscurecía el sol, incluso al amanecer.

El caballo de batalla de la Reforma Agraria había sido núcleo del problema, unido a la celeridad de su tratamiento, al comenzar la programación de la República de Don Manuel Azaña.

Una sociedad polarizada secularmente por terratenientes y braceros en país tan dependiente de recursos primarios lo azuzaba. Los primeros no habían cedido un ápice de dominio, sino todo lo contrario. Los segundos, por su parte, apenas habían comenzado a organizarse, después de casi un decenio de dictadura, sin lugar a plantear reivindicaciones de una manera ordenada y consensual, sino con la brusquedad catalizada por demagogías facilonas. A éstos, además de golpe se sumaban los obreros industriales, que habían irrumpido en tromba en el mundo occidental con exigencias novedosas de justicia social, mientras el paro sumía en la miseria a gran parte de la población trabajadora.

Desde la coalición de la izquierda se comprimía el tiempo, muchas veces sin medir consecuencias. Y desde la derecha se fortificaban losmuros históricos y no se detenían a considerar con serenidad prospectiva hacia donde podrían ir las cosas. El reventón estaba servido, inevitable y de conclusión letal para todos.

España, y en particular Asturias, desde el 34 se encontraban empapadas ya de mucha sangre.

Los pueblos de Peñamellera no eran ajenos a los crespones que enlutaban el ámbito provincial y nacional. Todo lo contrario: aquel Valle REALENGO desde Alfonso XI (s. XIV) había pasado centurias dominado por munícipes de régimen señorial, casi de los mismos apellidos, y entonces irrumpía en el panorama un pueblo llano que apuntaba hacia una ruptura de costumbres y ataduras seculares. Se empezaba a dar paso a sufragios abiertos en los que se enfrentaban ideologías de confuso planteamiento.Y si a, este maremagnun añadimos una base informativa plagada de prejuicios y crispaciones de poco tacto y mucho navajeo, es lógico deducir el enrarecimiento de la convivencia.

Ya hacía meses que cuchicheaban los vecinos por cocinas y callejas, cundiendo el recelo entre los mismos allegados, pues el vendaval, del 34 todavía se batía contra las familias, enfrentándolas en discusiones. Y faltaba alguien con capacidad y dominio tales, que pudiera imponer el criterio de que aquello no conduciría a nada bueno, a no ser al terrible abismo en que estaban a punto de precipitarse.

En la calle, y de día, había que vigilar las esquinas y en el reposo de puertas adentro, oscuridad de la noche no sólo era aprovechada por las raposas del monte.

La república de Azaña, que había comenzado en mayo tenía que hacer funambulescos equilibrios de programación. Buscaba desesperadamente consensos, que permitieran poner en marcha desde el próximo otoño con el respaldo de Las Cortes un diálogo constructivo.

El caso es que, tras una torturada columna de asesinados, que cerró el 13 de julio el diputado José Calvo Sotelo, muerto en venganza por el asesinato del teniente Castillo la víspera, día 12, un grupo de militares, encabezados por el General Franco, precipitaron los hechos el 18 y tomaron las armas en Marruecos, dispuestos a pasar a La Península. Pocos días después España quedó dividida en dos: la de los que siguieron el alzamiento (nacionales, blancos); la de los que permanecían con el Gobierno de la República (republicanos, rojos).

Al presidente de La República y al Jefe del Gobierno Casares Quiroga se les escapaba el control de la situación.

Peñamellera quedó dentro de una zona de avance de las fuerzas nacionales y permaneció republicana hasta septiembre de 1937. La Cornisa Cantábrica, desde el Narcea y desembocadura del Nalón por occidente, y al Deva de Guipúzcoa, por oriente, salvo Oviedo, que se sublevó con el COronel Aranda, era una extensión que permanecía al lado de la República, cuyo Gobierno se había trasladado a Valencia.

El jefe del mismo, Largo Caballero, para oponerse a la organización de aquellas tropas creó un ejército popular y militarizó las milicias.

Es entonces cuando aquel mozo, recién cumplidos los veinte años, es convocado a filas.

Con la preocupación reflejada en el rostro el menudo sacristán y municipal, Elías Canal, clavetea el bando que publica una leva de muchachos en la puerta del ayuntamiento de Alles. En esa lista figura Francisco Galán Trespalacios.

En casa de Teófila y Quico el de La Borbolla en Llonín, hogar, como en tantos otros, dominado por la inocencia y el esfuerzo, que asegurara el pan de cada día, no había cabida para intrigas y manejos. La llamada que reclutaba a otro hijo de la casa, Pancho de nuevo la llena de desasosiego (ten mucho cuidau jumíu).

La paz del Joyu La Canal, La Jayuela y El Cabañón, debe olvidarse: una tenebrosa incertidumbre la sustituye. Aquellos intentos musicales de gaita y tambor quedan ahogados de momento entre brumas de nostalgia y pólvora.

La mente de pancho da vueltas a mil cábalas: él no había tenido la oportunidad, como otros, de haber marchado a América a tiempo, para librarse de lasarmas ni tampoco quién le reclamara en aquellas tierras. Las atrocidades que circulaban de boca en boca pugnaban por ser cada vez peores: Santander ya había caído y el enemigo estaba entrando en Asturias. Muy mal tien q’andar esi Gobiernu, pa tener que marchase a Valencia – pensaba; se daba cuenta también de que los mozos del pueblo, que habían traspuesto La Candaliega, no habían vuelto a Llonín; aquello se ponía muy feo.

No fue extraño que en un principio pensara en evadirse por el monte hacia La Marina.Tal vez se imaginaba posibilidades en La Borbolla y en los escondrijos de las cabeceras del Río Cabra, en Perálvari, Las COnchas o Juandríu. Pero la zona de Llanes y Celorio resultaban muy peligrosas, porque los pasos del Cuera estaban vigilados en todos sus repliegues y constituían una gran tentación de uno y otro lado y además podrían localizarlo en las majadas habituales. Después de caer La Montaña y de que estaban a punto de llegar a Panes (en la primera semana de septiembre de 1937 los republicanos volarían el puente de Siejo en su repliegue hacia occidente ante el avance de las tropas nacionales) no era aconsejable marchar hacia el este. Por la ruta de Oceño y Tamandón Tresviso y Liébana tampoco eran objetivos aconsejables por las noticias que llegaban de aquella zona y de Potes, que acababa de ser pasto de las llamas.Además, el invierno estaba en puertas a poco que se endureciese el otoño…

Decidió con poco entusiasmo ir en dirección a Nava, pensando que, cuando aquello terminara, ¿como justificaría el no haberse presentado a filas? Mas, no lo haría por carretera, pues había ya movimiento de fuerzas que podrían complicarle.

Toma por el Collay de Besnes hacia las majadas de Alles y de éstas a las de Rozagas y Arangas y desde allí, viendo el avance de los nacionales Valle arriba pisarle los talones, deja el Cuera por Tebrandi, brañas de Asiegu y Puertas. En Cerezu y Escobal se aparta del río Las Cabras, ya que por aquel lado se estaba concentrando un gran contingente de soldados, que iban desfiladero abajo a atacar la resistencia de El Mazucu. Pasada La Robellada, se adentra en Onís. Bordea en compañía de otro mozo de Avín, también llamado a Fuensanta de Nava, por encima de Benia y a la altura de Labra pernoctan bajo un pareu, desde el que contemplan el trasiego de la carretera. Todas las cabañas e invernales estaban ocupados.

(Continuará)

El Gaiteru de Llonin